¿REVOLUCIÓN O VIOLENCIA?

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¿Por qué me miran raro si no me sumo a organizaciones sociales del siglo XXI? ¿Por qué me dejan de seguir si no uso los hashtags de “lucha”?

Ser joven e ir en contra de esta “ola revolucionaria” es algo muy difícil de llevar. Declararte en contra de movimientos, hoy, a la vista de la sociedad, te hace ser un discriminador, y una persona sin empatía.

Llevo  dos años declarándome en contra de ciertos movimientos como lo es el feminista (actual), el lgbt, y esta última organización “black lives matter”. Cabe destacar que, cuando ingresé a secundaria, había una cierta “moda del pañuelo verde”, que Argentina trajo a Uruguay en lucha del aborto legal. Como pre-adolescente, entrando en un mundo totalmente nuevo, y queriendo encajar con las “condiciones”, dije ser parte de este movimiento verde, y no solo del movimiento verde sino del feminista en general. Sí, yo también justifiqué movimientos violentos, ataques a instituciones, abortos como método de anticonceptivo, y subsidios a personas transexuales. Con el tiempo me di cuenta de la gravedad de las acciones de estos movimientos, me di cuenta que las argumentaciones pro-aborto son totalmente anti científicas, me di cuenta de que la solución no es salir a dañar instituciones, ni tampoco obtener un subsidio del Estado. Empecé a querer a mi patria, a mi país, y cambié.

Todos estos movimientos antes mencionados, de los que alguna vez fui parte, tienen algo en común, “la lucha revolucionaria” muchísimas veces extremista. Está claro que, no podemos hablar de feminismo de primera ola, sino más bien, del feminismo actual, como uno. Estos movimientos buscan mediante violencia, un cambio. Quieren invadir en las escuelas, en la mente de los niños, quieren cambiar nuestra lengua nacional, quieren solucionar tasas de femicidio con políticas públicas y cursos de género, y también quieren solucionar la transfobia con intervenciones quirúrgicas subsidiadas.

Soluciones que evidentemente fracasaron, cómo fue la de las políticas públicas de género, sin ir muy lejos, en España, el 19/03/2019 fue lanzado un artículo donde muestra que España en total acumula un total de 1,69 millones de denuncias relacionadas a esta materia desde el cierre de 2004, (momento en el que se aprueba la Ley de Violencia de Género), hasta 2017.

De esta cifra, solo el 23% acabó en condena, el 77% de los denunciados NO FUERON FORMALIZADOS (denuncias no resueltas, archivadas, etcétera).  Además, de los 1,23 millones de casos resueltos por los tribunales, apenas unos 3.900 (0.3%) están relacionados con la comisión de delitos graves, con penas de más de 5 años de prisión, de los que un total de 2.998 acabaron en condena (0,18%).

Lo primero que llama la atención es que las denuncias por violencia de género se han disparado desde las 70.000 registradas en 2004 hasta las más de 166.000 de 2017, lo que supone un aumento del 112%, algo más del doble. El número de denuncias arroja una media de 129.000 al año bajo la Ley de Violencia de Género, estabilizándose en torno a las 125.000-135.000 anuales entre 2009 y 2015 para, posteriormente, volver a subir en los últimos años. En 2017, alcanzó un récord histórico, con un total de 166.260.

Pero lo más llamativo es que el número de condenas y, por tanto, también de víctimas, permanece más o menos estable, en torno a las 30.000 al año, a pesar de que las denuncias se han duplicado. Así pues, crecen las denuncias, pero también los casos sin una resolución concreta, junto con los archivos y sobreseimientos por falta de pruebas y las sentencias absolutorias. De este modo, el volumen de denunciados que acaban resultando inocentes también se duplica, desde los 30.000 registrados en 2004 hasta los más de 76.000 en 2017, tal y como refleja el siguiente gráfico.

Lo más impactante de todo esto son los medios para conseguirlos, también podemos reflejarnos en las marchas y movilizaciones que hizo la organización de Black Lives Matter en Estados Unidos, donde el referente de esta organización en Chicago Ariel Atkins, llama al saqueo “reparaciones” y alienta a los saqueadores a continuar.

También podemos observar otros movimientos “antirracistas” que festejaron la ejecución de un niño de 5 años blanco, víctima de una persona negra en Carolina del Norte, elogiando dicha ejecución como “es blanco, es hora de vengarse”.

Soy mujer, hija, hermana, y puedo asegurar que la violencia no tiene género, etnia, ni orientación sexual.

No dejemos que el adoctrinamiento y la hipocresía se extienda en la mente de todos los niños, y jóvenes. No alimentemos esta hipocresía de “revolución”.

Agustina Méndez

fuente: www.elcentroeselinterior.uy

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