La mañana del domingo 9 de agosto de 2024, a las 10:00, el Servicio de Emergencia 9-1-1 recibió un inquietante llamado que alertaba sobre un desorden generalizado en la Av. Manuel Oribe, Km. 4. Cuando el personal policial llegó al lugar, se encontró con una escena caótica: un grupo de individuos arrojando piedras, lo que resultó en daños significativos al vehículo policial, que sufrió la rotura de su vidrio trasero. En medio de esta violencia, un hombre de 39 años fue trasladado al Hospital Regional de Salto para recibir atención médica.
Sin embargo, al llegar la policía, la situación ya había comenzado a calmarse. Los alborotadores habían dispersado, dejando atrás un rastro de desorden y miedo. A pesar de esto, algunos individuos persistieron en su agresión y apedrearon el móvil policial, lo que evidencia la falta de respeto hacia la autoridad y la creciente impunidad en la zona.
Este incidente no fue un hecho aislado, sino más bien un reflejo de la creciente tensión en el kilómetro 4, que ha sido escenario de disturbios frecuentes. Según informes de vecinos, la creación de una plazoleta al costado de la ruta, tras la remoción de eucaliptos, ha transformado el área en un punto de encuentro para jóvenes que, durante la noche, consumen alcohol y drogas. La situación se agrava con la llegada del calor, lo que anticipa un aumento en la violencia y los enfrentamientos entre grupos rivales, armados con cuchillos y otros objetos peligrosos.
Los residentes de la zona han expresado su frustración y miedo, señalando que la policía realiza patrullas regulares, pero a menudo llegan tarde a los incidentes. “El desorden ocurre en breves períodos de tiempo, y a veces varias veces al día”, comentó una vecina, quien describió cómo la zona se ha convertido en “tierra de nadie”. La percepción de inseguridad es palpable, y muchos temen por su bienestar, especialmente durante los fines de semana.
El clima de impunidad en el kilómetro 4 ha llevado a un aumento en la violencia, con reportes de apuñalamientos y enfrentamientos entre grupos de jóvenes. En un incidente reciente, varios individuos dispararon piedras contra un vehículo policial, lo que evidenció la gravedad de la situación. Estos disturbios no solo afectan a los involucrados, sino que también generan un ambiente de temor entre los residentes que anhelan tranquilidad en sus vidas cotidianas.
La falta de control y la creciente criminalidad han llevado a los lugareños a solicitar soluciones inmediatas. “No se puede vivir así”, afirmaron, pidiendo a las autoridades que tomen medidas efectivas para restaurar la seguridad en la zona. La preocupación por el consumo de drogas y el comportamiento violento de los jóvenes ha llevado a muchos a cuestionar la efectividad de las estrategias policiales actuales.
La situación en el kilómetro 4 es un llamado de atención para las autoridades locales. La comunidad exige acciones concretas que aborden no solo los síntomas de la violencia, sino también las causas subyacentes que alimentan este ciclo de desorden. La falta de espacios seguros y de actividades recreativas para los jóvenes ha contribuido a que este lugar se convierta en un foco de enfrentamientos y consumo de sustancias.
En conclusión, el kilómetro 4 no debe ser visto como un lugar de caos, sino como una comunidad que clama por atención y soluciones.